Recuerdo a Antoine Doinel corriendo hacia el horizonte. Recuerdo esa huída hacia adelante, sin rumbo pero sin detenerse, transformando al niño en adulto y concentrando una cuestión inabarcable, infinita, en su mirada: ¿Hacia dónde, para qué?

Tras la proyección de El cuarto desnudo, no puedo evitar pensar en Antoine y en esa carrera hacia el olvido, en tantos Antoine que están tan cerca.

El festival Internacional de Cine de Morelia premió en esta edición con el galardón a Mejor Película Documental a un proyecto social y de denuncia. No en apariencia, no en forma, en lo que el buen cine reflexivo y directo debe ser. En perturbación.

La película, segundo trabajo  de la Española afincada en México, Nuria Ibáñez, se instala en una habitación del Hospital Psiquiátrico Infantil del Distrito Federal durante varios años. Allí, ingenua, curiosa y la mayor parte del tiempo, atónita, presencia las incómodas verdades que se esconden en la mente de los pacientes, niños de 8 a 17 años. Una chica violada cuyo mayor dolor es que le hicieron creer que todo había sido su culpa, un niño que maltrata a sus padres, unos padres que piden auxilio, una continua suicida que no niega que volverá a intentarlo, un chico que se corta para que el dolor físico apague su mente, una adolescente despechada y perdida que cree que nunca volverá a sentir… Veo a esta última y pienso en Julieta, pienso en todas y cada una de las tragedias de amor. Y me repugnan cuando miro esos ojos y siento que verdaderamente no volverán a tener vida.

La clave reside en la sencillez. En un cuarto desnudo, el espectador mira de frente al niño. El niño escucha. En off, su madre cuenta su historia a la psiquiatra. El niño no reacciona, sostiene la mirada. A veces, incluso, ni siquiera habla. Está atrapado. Quizás asustado.  Ojalá se pudiera averiguar que es lo que esconde y fuera una llamada de auxilio, pero en ocasiones, no hay arrepentimiento, no hay pena ni dolor, no hay nada. La psiquiatra, fuera de campo, se limita a dejarles hablar. Razona y espera que en algún momento eso cambie, pero la cámara se queda mirando, y nada pasa. ¿Hacia dónde, para qué?

Para los que somos ajenos a este tipo de verdades sobre la frágil infancia, escucharlas así, en crudo, sin artificio, provoca que algo se rompa por dentro.

Nuria Ibáñez retrata niños que son adultos tristes.  Elige observar, elige no caer en el morbo, elige que  su cámara huya de lo estético, de la puesta en escena que maquille una realidad ya de por si atronadora. Elige retratar la escucha.

Al acabar el film, uno se pregunta si esos niños serán víctima de una educacuón desafortunada, si serán de baja clase social, busca una justificación para que su realidad inmediata se aleje de ello, esos no son mis niños, pero la película no trata en absoluto sobre lo marginal. Trata sobre el dolor y la huída, sobre otro tipo de infancia que nos rodea y de la que nadie habla.

Este año en Morelia se premia el cine de la escucha, del silencio desgarrador, sin tapujos, ni clemencia. Claustrofóbico y necesario. Cine real. Aunque moleste.

FICHA TÉCNICA

El cuarto desnudo
2013 | México | Blu-ray | Color | 67 min.
Dirección: Nuria Ibáñez
Guion: Nuria Ibáñez
Producción: Cristina Velasco Lozano
Compañías productoras: FOPROCINE, Miss Paraguay Producciones
Fotografía: Ernesto Pardo
Edición: Lucrecia Gutiérrez Maupomé
Música/Sonido: Federico González

Carmen Bellas.

Licenciada en Medicina y Cirugía por la USC y diplomada en Dirección Cinematográfica por la ECAM.

En la actualidad trabaja como editora y asistente de dirección en México DF.