María Magariños. Psicóloga General Sanitaria en PsiquePontevedra.

Para poder responder a esta pregunta primero debemos saber qué es el duelo. El duelo es la respuesta que experimentamos ante una pérdida. Aunque en un primer momento lo que se nos viene a la mente es una muerte de un ser querido;  hablamos también de la muerte de nuestra mascota, del padecimiento de una enfermedad (nosotros mismos o un ser querido), la pérdida del trabajo, la pérdida de nuestra casa, el paso del periodo laboral activo a la jubilación…  Este doloroso proceso abarca mucho más que una muerte cercana, aunque hoy éste sea el aspecto sobre el que hablaremos.

Seguramente muchos de los que me estéis leyendo habréis pasado, o conocéis a alguien que haya pasado por la situación que os describo a continuación: la abuela se pone malita y después de varios días ingresada en el hospital se muere… ¿cómo le contamos al niño que la abuela ya no va a volver?  De repente nos invade la inseguridad, el miedo, la preocupación… ¡NO SABEMOS NI POR DÓNDE EMPEZAR!  Que si la abuelita se fue “al cielo”, que si se fue a un viaje muy largo y no va a volver, que si está muy malita en el hospital y no se puede visitar, que si se fue a casa de un familiar… Inventamos todo tipo de “historias” con tal de no contarle la realidad al niño para que “no sufra”. Este comportamiento, motivado por el deseo de proteger a los más pequeños, puede ser muy contraproducente ya que le estamos impidiendo vivir de manera sana un proceso al que se tendrá que enfrentar varias veces a lo largo de toda su vida. Si seguís leyendo descubriréis un poquito más acerca de cómo manejar de forma más adecuada un tema tan doloroso como éste.

Los niños desde muy pequeños (ya de bebés) captan a la perfección las emociones de los adultos que los rodean, especialmente las de sus figuras de apego (papá y mamá). Son capaces de sintonizar con las emociones del adulto, si mamá está triste el bebé también estará triste, si mamá está ansiosa el bebé lo estará también…  A medida que crecen y se desarrollan van percibiendo y entendiendo mejor a su ambiente. Desde los 2 a los 5 años interpretan el mundo de manera literal, por ello muchas veces piensan que una persona muerta está durmiendo y que en cualquier momento puede despertar. En esta etapa es muy importante hacerles comprender los 3 conceptos subyacentes a la muerte: su causalidad (la muerte se debe a la interrupción de las funciones vitales), su irreversibilidad (no se puede revertir) y su universalidad (todos los seres vivos afrontaremos este proceso en cualquier momento de nuestra vida).

A partir de los 6-7 años el niño sufre un proceso madurativo a nivel cognitivo que le va a permitir afrontar este proceso con mayor madurez. En esta etapa el niño deja atrás el “egocentrismo” y es capaz de ponerse en la piel de los demás (empatía), por eso es tan importante prestar atención a posibles sentimientos  como el de culpabilidad; el niño puede sentirse culpable por la muerte de la otra persona, por no haberse portado mejor con ella…

En definitiva, sea cual sea la etapa en la que se encuentre el niño, es de vital importancia el comunicarle la noticia con la mayor naturalidad y permitir que exprese y experimente sus emociones. De lo contrario podríamos convertir un proceso de duelo natural en patológico,  y que incluso podría tener repercusiones en su vida adolescente y adulta.

Y recuerda, éstas son unas escuetas recomendaciones y pistas para abordar este tema tan complejo y doloroso, así que si tienes dudas o te encuentras con alguna dificultad lo mejor siempre es consultar a un profesional.