Por María Magariños, psicóloga sanitaria.

En nuestro compromiso por acercar la psicología  a todos y a todas, hoy nos gustaría hablar de uno de los trastornos psicológicos más delicados y cuya prevalencia va en aumento y afecta a una población cada vez más joven (con una prevalencia mayor en las mujeres de un 4-6%). Hablamos de los trastornos de la conducta alimentaria (bulimia y anorexia nerviosa).

A día de hoy sabemos que son muchas las variables/causas que pueden estar en la raíz de este tipo de problemáticas. Sin embargo nos centraremos en los recientes hallazgos respecto a la importancia que tienen  las variables de carácter neuropsicológico en la génesis y desarrollo de estos trastornos.

Con respecto a la anorexia nerviosa se ha encontrado que un rasgo neuropsicológico importante es la  coherencia central (tendencia a procesar la información centrándose en detalles concretos obviando el conjunto) y una flexibilidad cognitiva baja. Estos rasgos están presentes incluso en familiares de primer grado de las pacientes con este tipo de trastorno, lo que podría indicar que podemos estar ante un factor de vulnerabilidad relacionado con una personalidad de carácter obsesivo. Además de la tendencia a procesar la información centrándose en detalles y la rigidez cognitiva, también se detectan como rasgos característicos en este trastorno, dificultades en el proceso de toma  de decisiones y sesgos atencionales relacionados con la figura corporal.

Respecto a la bulimia nerviosa parece haber un enlentecimiento en el procesamiento de la información, además de dificultades para inhibir y controlar los impulsos (tendiendo a la búsqueda de gratificación inmediata) con poca consciencia de las consecuencias negativas a largo plazo. Además, al igual que en la anorexia nerviosa, el proceso de toma de decisiones también se ve alterado y también está presente una baja coherencia central y sesgos atencionales relacionados con el cuerpo (en este caso concretamente con el  IMC-índice de masa corporal-).

Tras analizar estos rasgos, cabe preguntarse si existe un perfil de riesgo en el desarrollo de un TCA. A pesar de que los datos arrojados por diferentes estudios no son del todo concluyentes, lo que sí está claro es que  una baja coherencia central, una flexibilidad cognitiva baja, dificultades en el proceso de toma de decisiones y sesgos atencionales relacionados con la propia figura corporal, además de un bajo control inhibitorio (bulimia nerviosa) tienen un papel fundamental en la génesis y desarrollo de estos trastornos. Encontrándose algunos de estos rasgos incluso en el propio paciente una vez remitida la sintomatología relacionada con el trastorno, lo que hace pensar que probablemente sean factores de riesgo para la aparición de un TCA.